Hablemos de preferentes


En los últimos años, la palabra «preferentes» ha causado más de un dolor de cabeza a pequeños ahorradores que vieron como perdían una gran parte de sus ahorros con este tipo de producto. Muchas personas creen que estos ahorradores fueron estafados, engañados, timados, etc. Desde mi punto de vista, es cierto que fueron engañados (en parte), ya que se les hizo creer que las acciones preferentes eran un producto financiero seguro. Pero aquí yo me pregunto: ¿por qué estas personas no fueron capaces de leerse el folleto de emisión? Al fin y al cabo es lo primero que habría hecho yo ante la oferta de cualquier producto financiero. La respuesta a la pregunta anterior es muy sencilla: este hecho se debe a una carencia de cultura financiera de la sociedad española. A continuación, voy a poner mi granito de arena en la enseñanza financiera hablando sobre preferentes.

Una parte de la comunidad financiera erróneamente cree que las obligaciones no presentan ventajas sobre las acciones preferentes. Algunos consideran que si una empresa es buena, sus preferentes son tan buenas como los bonos; si es mala, sus bonos son tan malos como las preferentes.

Desde mi punto de vista, una acción preferente es un activo financiero poco atractivo y debería acercase a él con las mismas ganas con las que se acercaría a un pescado que llevase días al sol. Por un lado, ofrece una rentabilidad limitada; por el otro, no existe una obligación al pago de dividendos.

En los bonos, el pago de intereses es obligatorio, pero en las acciones preferentes el pago de los dividendos depende de la dirección de la empresa, si bien la dirección está obligada a repartir dividendos a los preferentistas siempre que exista un dividendo para los accionistas ordinarios. A menudo, la dirección suspende el pago de dividendos bajo unas condiciones que no afectarían el pago de intereses de los bonos. Se podría decir que los accionistas preferentes dejan al azar sus ingresos, mientras que la dirección está obligada a pagarles los intereses.

Después de leer todo lo anterior, el lector se podría preguntar: ¿existen acciones preferentes de calidad? Pues sí. Para Graham, la existencia de una acción preferente de calidad es un hecho excepcional. Las empresas que presentan acciones preferentes de calidad podrían haber substituido ese tipo de acciones por obligaciones, es decir, no obtienen ninguna ventaja por emitir preferentes. Es más, los intereses de los bonos se pueden deducir de los impuestos, pero los dividendos de las preferentes no. En definitiva, una acción preferente de calidad puede considerarse como una anomalía, ya que a la empresa le convendría substituirlas por bonos.

En conclusión, las acciones preferentes son un producto financiero híbrido que fusiona lo peor de la renta variable y fija. Por una parte, las preferentes son menos seguras que las obligaciones; por otra parte, ofrecen menos potencial de beneficio que las acciones ordinarias. Si un inversor cree que una empresa va a evolucionar favorablemente, debería comprar acciones ordinarias en lugar de preferentes. En definitiva, por norma general, el inversor individual debería alejarse de las acciones preferentes.

 

Nota: Este artículo está basado principalmente en los capítulos 14 y 15 de Security Analysis de Benjamin Graham y David L. Dodd.

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